EL TELEFONO CON SEÑAL.

Camilo, el mozo copado del pub de Dieguito, le roba más de una sonrisa al Piti. Le cuenta historias de barrio (San Antonio de Padua) y de barbies. Le sirve una cerveza negra, bien helada, con ingredientes, como siempre. Va y viene, Camilo, ameno y servicial.
Lo ve al Piti igual que hace un año, aunque por dentro esté distinto.
El Piti no quiere más conflictos, y menos con su mujer. Grita a quien quiera oir, que la ama. Pero le duele ser ninguneado en su rol de esposo. Mira su teléfono azul, y nada. Nunca vibra. Nadie le dijo que pasará más adelante. Repasa mentalmente, una lista de las cosas que hizo bien ultimamente. Por cierto que no son muchas. Seguro que no alcanzan, pero todavía le queda alguna esperanza. Y pone todas sus fichas ahí.
Aunque conociéndola como la conoce, desde hace 25 años, y viendo como es el trato recibido ultimamente en donde sus amistades ocupan en su vida un lugar más importante que el de él, su marido, sabe que ya decidió y que está afuera.
Que no vibre el aparatito azul, es la peor señal.